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| Una noche de julio inició todo |
Contamos 1, 2, 3...Y Mineros hizo historia ya.
Y así, soportamos frío, lluvia (sobretodo frente al hoy ascendido Dorados, un verdadero monzón) y la desorganización que afortunadamente no fue mi caso. Pero si el de muchos pobres aficionados que ni enterados se daban de por cuál puerta tenían que acceder.
La Copa MX tenía especial atractivo, cómo para todas las plazas del Ascenso, por la visita de dos escuadras de Primera, nos tocó a nosotros ver a dos equipos jaliscienses, los Leones Negros de la U De G. Y otro equipo de gran historia: El Atlas, el primer partido frente a los llamados melenudos fue una gran decepción, no valió para nada mojarse y ni café nos trajeron para las dos donas. 0-0. El duelo frente a los rojinegros tuvo a nuestra ''Marea Roja'' por delante varios minutos, hasta que los Zorros empataron y; ''a lo Atlas'' nos dieron la vuelta en el último segundo con gol de Sergio Amaury Ponce...
Llegamos a la mitad de la temporada, y nuestro equipo se volvía imbatible en casa, sólo los Alebrijes de Oaxaca sacaron puntos de nuestro feudo al igual que los Venados de Mérida. Especial mención a aquel partido frente al Atlético San Luis, una noche para recordar, pues ese primer capítulo de la nueva era de los clásicos Zacatecas-San Luis Potosí nos reveló tras la épica remontada minera a quién sería el alma del equipo durante la temporada entera, un argentino llamado Juan Ezequiel Cuevas.
Mineros se metió a la liguilla en la casa de los Toros del Celaya. Fue a Tepic en la penúltima fecha y el triunfo por la mínima nos metió en la pelea por el liderato y la plaza directa en las semifinales. Sin embargo, esa opción la perdimos lamentablemente con nuestra primera derrota en casa, 1-2 frente a los Cañeros de Zacatepec.
La buena noticia fue que desde temprano pudimos volver a ver duelos de liguilla en el ''Pancho'', de mata-mata cómo los llaman en el Brasil. El primer rival serían los Lobos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
El Día de Todos los Santos en el Estadio Universitario sito en la Angelópolis. Mineros con mucha raza y actitud se puso por delante 0-2. Sin embargo, un infantil penal cometido por Rodrigo Iñigo revivió a los poblanos.
Y las entradas para el duelo de vuelta volaron en un par de días, aquella fría noche del 7 de noviembre el olímpico de la Avenida México volvió a lucir lleno, por segunda vez en la temporada acabando definitivamente con aquel viejo mito/chiste típico entre los aficionados, de que el recinto zacatecano parecía ser el mayor del mundo. Pues nunca en la vida se llenaba, ese día 14,000 zacatecanos impulsamos a nuestro equipo hacia las semifinales ya encarriladas en la ida. 1-1 fue el resultado final. El último obstáculo antes de poder llegar a la Final sería el primer rival de los de Marini: El Necaxa.
Cómo un mal vecino, cómo Daniel el Travieso esperando su oportunidad de hacerle una maldad al señor Wilson, se presentaron los Hidro Rayos en el césped de su campo, el magnífico Estadio Victoria. Del que saldrían victoriosos por la mínima en un ríspido encuentro.
La remontada tenía que comenzar esa misma noche, teníamos que embalar a nuestro equipo desde el primer instante, estaba perdida una batalla, más la guerra continuaría en casa, en un Francisco Villa que tendría que vestirse por primera vez desde la llegada de su nuevo inquilino, de un Signal Iduna Park o un Allianz Arena zacatecano.
Y así fue, a pesar de que muchos aficionados de a pie tuvimos que vivir el histórico 21 de noviembre frente a nuestras televisiones, pues los abonados acabaron con todas las entradas en un ''tris'', sabíamos bien que desde casa daríamos odos juntos el último empujón, para repetir la hazaña del Invierno 97, para que los que en ese entonces eramos muy pequeños, o de plano, ni en los planes nos encontrabamos, pudieramos vivir una Gran Final.
Gritamos esos dos goles que parecían salidos del mejor de los sueños, tantos de Noé Maya, el capitán, y de Juan Ezequiel Cuevas, a la postre homónimo de Juan Gómez ''Juanito'', un jugador contemporáneo de Hugo Sánchez al que los aficionados más viejos del Real Madrid se encomiendan cada vez que el equipo blanco de la capital española requiere de una hazaña, pues bajo su batuta se lograron tantas, frente al Anderlecht belga, el Borussia Monchengladbach alemán, o el Inter de Milán...
Y así, los 11 hombres de Pablo Marini, estaban convirtiéndose en héroes, pero no era suficiente, con un gol visitante todo se enroscaría de nuevo y el Necaxa se volvería a poner enfrente ¿Podría más la ilusión de una ciudad que esperó más de una década por un equipo en condiciones para vestirse con su camiseta? ¿O podría más la enjundia de un otrora gigante de nuestro fútbol, harto de la División de Plata?
Desafortunadamente para nosotros, fue lo segundo, y en un abrir y cerrar de ojos todo se cayó. En una jugada ensayada el chileno Emmanuel Gallegos revivió al rayo, electrizándonos a todos los aficionadas escarlata, enmudeciendo por completo lo que era una noche de fiesta...
Nos retiramos a dormir, incrédulos, aún sin comprender el planteamiento, honestamente y desde todo el respeto posible; ''cagón'' de Pablo Marini a partir del minuto 20 cuando se saboreaba una goleada contra un Necaxa abatido. Una temporada de fútbol bonito se fue al desague en el peor momento ¿Por qué Pablo? todos queríamos preguntarle al argentino después del partido... Sólos nos eliminamos, sólos nos lanzamos al despeñadero, el sudamericano llevó a su equipo a cometer harakiri.
Asistimos sinceramente jodidos a la coronación de los necaxistas en Tepic, unos días después por televisión, sabiendo que pudimos haber sido nosotros, no quedaba más que esperar que nuestro equipo volviera a comenzar de cero en el venidero año de 2015, y que la posible revancha llegara en el último mano a mano por un lugar en la máxima categoría...
